jueves

Ahora capaz juguemos a engañarnos, porque ayer nos tocó jugar a querernos. No es que haya un orden riguroso para los juegos, pero te estás volviendo predecible, pobre corazón.


Ya te veo inventando excusas, a las cuáles yo voy a sonreír, como si te engañara (o me engañara) y tu como si me creyera (o te creyeras) tus palabras que salen con vergüenza. Así, nos reímos -haciendo un despropicio de la risa- y nos podemos creer que somos lo que queremos, cuando apenas somos lo que podemos, hasta ser nada.

Mañana nos toca reconciliarnos, porque ningún juego dura más de un día, eso si es severo, porque el que extiende el juego lo vuelve eterno. Y nadie quiere lo eterno, eso se sabe.

Pero… ¿si no quiero jugar más?, entonces no quisiera ser tu.